“El ser humano siempre se ha visto atraído por lo nuevo, más aún si es de difícil acceso. Lo prohibido siempre genera mayor deseo, atracción y seducción por la propia naturaleza humana: la curiosidad. Si se nos prohíbe, o nosotros mismos nos lo prohibimos, es que debe ser cuanto menos interesante.
“Tenemos un cerebro preparado para activarse ante estímulos nuevos y, por tanto, lo que nos resulta atractivo sexualmente y novedoso nos puede llamar fácilmente la atención. Si, además, es arriesgado o travieso, aparecen otros efectos como la activación e intensidad emocional provocada por la adrenalina.
¿Siempre se quiere lo que no se tiene?
La sexóloga de Instituto Centta considera que “muchas personas necesitan esa adrenalina y dopamina que genera la incertidumbre de lo nuevo y prohibido para continuar, para darle sentido a su vida, para hacerla más excitante o emocionante, aunque en el fondo se tenga certeza de que no es lo ‘correcto’. Según diversos estudios, renunciar a lo prohibido en grupo suele resultar más sencillo que de manera individual y es por ello que, en ocasiones, ante la posibilidad de caer en lo prohibido, se decide hacerlo de forma discreta sin comentarlo con el entorno cercano”.
Además, dice esta experta, muchas veces aparecen pensamientos del tipo “y si…” de la alternativa no escogida, lo cual potencia poner el foco de atención en aquello que no parece estar al alcance y continuar idealizándolo.
La idealización
“Pensamos en la alternativa que no estamos viviendo (la relación prohibida) como la que nos podría haber hecho más felices, ya que en este momento experimentamos la realidad elegida y sus consecuencias, tanto positivas como negativas. En el mundo de las ideas, la alternativa se suele contemplar siempre como algo libre de consecuencias negativas o, si se contemplan, creemos que son más sencillas de manejar”, analiza Cintrano.
En palabras de Pastells, idealizar significa engrandecer en nuestra mente las características de alguien o de una relación amorosa. Si hay reciprocidad y bienestar a pesar de la situación complicada, la idealización suele vincularse a estados parecidos al enamoramiento. Sin embargo, si idealizamos con frecuencia pero nos sentimos a disgusto, si la relación es más dañina que satisfactoria, probablemente no estamos aceptando los hechos tal y como son. No queremos ver la realidad.
Caer en la tentación
Los motivos por los cuales se produce la infidelidad son tantos como personas. Pero las aventuras prohibidas fomentan a través de la dopamina y la adrenalina respuestas intensas y placenteras. Uno se siente enérgico, atractivo, deseado, comprendido y sensual. Esas sensaciones pueden enganchar. Así lo explica Pastells.
“Las relaciones infieles se sustentan, al menos, por el deseo sexual intenso y/o la buena conexión emocional y afectiva con el otro. La espera y dificultad para satisfacer los encuentros sexuales alimenta la pasión y el deseo, por ello el placer y el erotismo del sexo suele estar garantizados”, añade esta experta en terapia de pareja.
Reconducción a otro tipo de relación
¿Una relación amorosa que comienza siendo prohibida puede reconducirse? Para Cintrano, “las relaciones funcionan porque evolucionan en función de las necesidades de los miembros de la pareja, y de la relación en sí. Una relación que comienza siendo ‘prohibida’ puede convertirse en una relación estable que cubra las necesidades de los implicados. Sin embargo, generalmente sienta unas bases que luego se deben gestionar: si lo que ha unido es lo ‘prohibido’, es fácil que se genere una desconfianza de fondo a medio plazo, ya que siempre existe la posibilidad de que lo prohibido pueda ocurrir de nuevo, con alguien diferente. Además, cabe la posibilidad de lo que les unió en un momento dado (el mito fundacional) pueda dejar de tener un sentido con el tiempo, provocando el fin de la relación”.
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